El ambiente es un gran salón, muy alto (todos los personajes están comprendidos en la mitad inferior del cuadro), limitado a la izquierda por la gran tela sobre la cual Velázquez está ejecutando el retrato, apoyada sobre un caballete; por el suelo y el cielo raso y por las dos paredes en ángulo recto: en la lateral se abren altas ventanas por las que no entra luz (a excepción de la primera y de la última); sobre el fondo, la puerta que da a una escalera, y, bajo dos grandes cuadros con motivos mitológicos, el famoso cuadro con las figuras de los soberanos posando delante del pintor.
La construcción de la perspectiva del ambiente es ejemplar, el “cubo” que atraviesa la tela posee una sorprendente profundidad. No se trata de un espacio “pasivo”, pues los personajes en primer plano no se dirigen al observador, sino a la pareja real, más allá del observador, quien se siente físicamente incluido en la composición, como dentro de un espacio cerrado, aún a su espalda.
Esta impresión de una “visita” al estudio del maestro está acentuada por la figura encuadrada por la figura del fondo, en la que convergen, significativamente, las líneas de la perspectiva, sugiriendo casi la presencia del observador que ha entrado en la escena, la ha atravesado y, ahora, mientras sale por la puerta del fondo, se vuelve para mirar.
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En el esquema está reconstruida la planta de la habitación con la posición de los personajes y con el recorrido del observador (…el aposentador), que atravesó el recinto y se volvió, desde el fondo, para observar la escena (el grupo de personajes)
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